Casino de Monte-Carlo

Érase una vez Érase una vez un casino...

Al principio, a mediados del siglo XIX, surgió la descabellada idea de transformar la meseta de Spélugues, un promontorio mediterráneo árido y salvaje, en un destino de vacaciones y juego para la nobleza y la alta burguesía mediterráneas. La idea fue susurrada al oído del Príncipe Carlos III de Mónaco por François Blanc, fundador de la Société des Bains de Mer.

El Casino de Monte-Carlo se construyó en 1863, y elHôtel de Paris un año después. Y como "aquí no se puede hacer nada como en ningún otro sitio", decía Monsieur Blanc, el casino se convirtió rápidamente en un emblema del Principado, atrayendo a la realeza, artistas, intelectuales y curiosos en busca de lujo y emoción. Las reglas del juego pueden haber cambiado, pero el aura del lugar ha permanecido intacta.

En eles del refinamiento

Antes de venir a probar suerte, tómese su tiempo para sumergirse en el lugar durante una visita matinal. Todos los días, de 10.00 a 13.00 h, el Casino de Monte-Carlo abre sus puertas a los amantes del refinamiento, la historia y la arquitectura de la Belle Époque. Al igual que su fachada, promete un mundo aparte.

A la entrada, encontrará un magnífico atrio pavimentado con mármol y rematado con 28 columnas jónicas. Charles Garnier, arquitecto de la Ópera de París, fue el responsable de su esplendor. De hecho, detrás del casino se esconde una de sus joyas: la Ópera de Monte-Carlo, un teatro a la italiana al que se accede desde la gran escalinata...

El arte en el corazón de salones

El corazón del casino también late al ritmo de las obras de arte que alberga. En los salones, en las paredes y los techos, pinturas y frescos cuentan todos la misma historia: la de la mujer, eterna musa y alegoría de la naturaleza y las artes. Los pinceles son obra de maestros del siglo XIX. Como la Salle Europe, con su imponente techo de cristal y ocho arañas de cristal de Bohemia, y obras de Picard, Steck, Lucas y Ribera.

Una vez pasada la moderna Salle des Amériques, se llega a la elegante y luminosa Salle Blanche, antaño sala de lectura y descanso. Aquí se pueden reconocer los rasgos de la Belle Otero o de Liane de Pougy, las "socialités" de Monte-Carlo, inmortalizadas como Gracias florentinas por el pintor Paul Gervais. Por último, en la prestigiosa Sala del Médico, los bajorrelieves de Émile Peynot parecen hacer bailar al sol Helios y a la luna Selene.

Estos misterios traviesos

El Casino de Monte-Carlo también tiene sus pequeños secretos... Empezando por los ojos de buey de la Sala Europa. Ahora cerrados, antaño se utilizaban para vigilar discretamente a los jugadores. Y quizá lo descubra en el techo del Salon Rose, la antigua sala de fumadores convertida en restaurante: un extraño querubín le da la espalda, pareciendo presentar sus santas nalgas allí donde se encuentre.

Por último, este reloj cuelga de una de las paredes de los Salons Touzet, o salones "gemelos". Curioso, dado que los relojes suelen estar prohibidos en los casinos, donde se anima a los jugadores a perder todo sentido del tiempo. El reloj de los Salones Touzet es un vestigio de una época en la que los jugadores, presos de la locura del juego, no podían permitirse perder el último tren.

Haz tus¡s juegos!

Después de la visita matutina, por la tarde (a partir de las 14:00 h), déjese llevar por los placeres del juego. Los salones del Casino de Monte-Carlo, tan tranquilos hace unas horas, se llenan de repente de jugadores de todo tipo: principiantes, aficionados o entusiastas, a cada cual lo suyo. Las únicas condiciones son tener más de 18 años y vestir de punta en blanco. Por lo demás, el Casino de Monte-Carlo ofrece una variedad de juegos para todos los gustos.

Elija su sala y ¡pruebe suerte! Desafíe a las máquinas tragaperras más modernas en la Salle Renaissance o en los Salons Touzet. Pruebe suerte en la ruleta, el blackjack o el punto banco en la Sala Europa. Aquí, todo ha sido diseñado para hacer del juego una aventura elegante y envolvente.

De una mesa a mesa

En el Casino de Monte-Carlo, el arte del juego se mezcla conel arte de la gastronomía. Amplíe su experiencia con los sabores de sus restaurantes. Con sus alcobas y su techo alto, el restaurante Le Salon Rose ha conservado su atmósfera de boudoir y sirve cocina local e internacional. No se pierda su terraza con vistas al Mediterráneo, ¡una auténtica maravilla!

Para una pausa dulce, siéntese bajo el techo acristalado del Atrium, en el Café de la Rotonde. O tal vez prefiera aceptar una invitación al lounge bar Salle Europe para tomar uno de sus cócteles emblemáticos. James Bond era un cliente habitual. Por la noche, suba al Train Bleu, un vagón restaurante de la Belle Époque, y emprenda un viaje al corazón de la gastronomía italiana. Por la ventana, ¡la plaza del Casino!

Prácticoques

  • Visitas de 10:00 a 13:00 (última entrada a las 12:15)

Acceso libre o visita con audioguía a partir de 15 euros

  • Salas de juego a partir de las 14 h
  • Tarifa única de 20 euros + oferta Casino Royal incluida a partir de las 14 h (oferta Casino Royal no incluida si la entrada se compra por la mañana)
  • Oferta Casino Royal (válida únicamente si la entrada se adquiere por la tarde): posibilidad de elegir un vale de 10 euros para utilizar en las máquinas tragaperras, el bar o el restaurante Salon Rose (consumición mínima en el restaurante: 40 euros por persona)

Se requiere pasaporte o documento nacional de identidad con fotografía

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